El deceso de Asay, a quien declararon muerto, se produjo tras recibir en la Prisión Estatal de Florida, en el norte del estado, una inyección letal que incluyó por primera vez el sedante etomidate en el compuesto de tres fármacos, en reemplazo del polémico midazolam.
El reo fue ejecutado por la muerte del afroamericano Robert Lee Booker y Robert McDowell en el centro de Jacksonville (norte de Florida), en 1987, y condenado a la pena capital. Asay mató a Booker tras proferir arengas de corte racial y a McDowell, quien en el momento de su asesinato estaba vestido como mujer, tras ofrecerle pagarle dinero a cambio de sexo.
La ejecución de Asay, la décimo séptima de este año en Estados Unidos, se llevó a cabo después de que este jueves la Corte Suprema de Estados Unidos rechazara un recurso presentado por su defensa. Con el deceso de Asay, que representa en Florida el número 93 desde que en EEUU se reinstauró la pena de muerte hace más de cuatro décadas, culmina además un paréntesis de 19 meses en este estado en el que las ejecuciones quedaron suspendidas por orden de la Corte Suprema.
Poco después de la ejecución de Oscar Ray Bolin, el pasado 7 de enero de 2016, el máximo tribunal determinó que las ejecuciones en este estado eran inconstitucionales, porque daba mucho poder a los jueces y no a los jurados. Ante ello, el gobernador de Florida, Rick Scott, firmó tiempo después una ley que requería una recomendación unánime del jurado para la aplicación de la pena capital.
La ejecución significó además el uso de un nuevo fármaco en sustitución del midazolam, que ha estado en medio de la controversia por su falta de efectividad a la hora de sedar a los reos, en parte por la dificultad de conseguir la cantidad suficiente que asegure la sedación. Tanto el acceso al midazolam como ahora al etomidate resultan difíciles para las autoridades, dado que las empresas farmacéuticas se oponen al uso de sus productos para la pena de muerte.
Un portavoz de la compañía Janssen, una división de la gigante farmacéutica Johnson & Johnson y que creó el etomidate, señaló esta semana al diario "The Washington Post" que su medicamento no fue diseñado para matar prisioneros. "Janssen descubre y desarrolla innovaciones médicas para salvar y mejorar vidas", declaró al diario Greg Panico, quien agregó que la compañía no aprueba el uso de sus medicamentos en inyecciones letales. Un total de 1.459 personas han perecido desde que en Estados Unidos se reinstauró la pena de muerte.