La Franja de Gaza se ha convertido en un auténtico infierno por el asedio de Israel, tal como se observa en el vídeo de laSexta Noticias que acompaña esta noticia, imágenes de las que advertimos por su extrema dureza. Las bombas matan a niños. Ellos, inocentes, los que no saben ni siquiera lo que es la guerra, también están siendo asesinados. Sin saber andar, casi sin saber sentarse, sollozan con el cuerpo lleno de polvo. Con la ropa teñida de gris junto a una pared con un dibujo infantil que, en esta situación, resulta ofensivo.
Porque Gaza es, ahora mismo, solo un cementerio. Literalmente. Donde se entierra en fosas comunes casi a destajo. Pero hay tantos muertos que, tal y como ha confesado la ONU, ni siquiera hay bolsas suficientes en las que meter los cadáveres y se asoma al abismo. Los hospitales, sin electricidad, sin agua, sin medicinas, son purgatorios. Más cerca, por supuesto, del infierno. Del que no se libra nadie.
A un médico lo llamaron para que identifique, entre los muertos, a su propia hija. La besa y, él mismo, la cubre después con una manta. Al compañero en el que busca consuelo le ha pasado lo mismo: también él acaba de descubrir que ha perdido a uno de sus hijos.
Es dantesco. ¿Qué justificación puede haber para esto? Cuando las vidas cuentan tan poco. Cuando historias como estas no sirven para detener una guerra que se ceba con los más débiles. Con los que no tienen nada, salvo la capacidad aun así de que se lo arrebaten todo.
Y piensen que esto es solo lo que vemos porque bajo los escombros en los que ha quedado convertido Gaza, se estima que hay al menos mil muertos.