Los griegos acudieron a las urnas, cuatro años después del referéndum en el que la mayoría del país gritó "oxi" ("no" en griego) a la troika. Ahora le han dicho "no" a Alexis Tsipras y le han dado la mayoría absoluta a Kyriakos Mitsotakis, líder de la conservadora Nueva Democracia, que capitaneará el primer Gobierno libre de programas de rescate.
Nueva Democracia consiguió algo más del 39% mientras que Syriza superó el 31%, seguidos de lejos por el partido de centro Kinal, sucesor del histórico Pasok, que rozó el 8%. Los 158 escaños alcanzados por Nueva Democracia en la Cámara sobre un total de 300 suponen su mejor resultado de los últimos 12 años.
Syriza se quedó ocho puntos por detrás, pero obtendrá tan solo 86 escaños, una distancia que surge del bonus de 50 escaños que la ley electoral griega otorga al partido ganador -en teoría por última vez en estas elecciones-. "Pedí un mandato fuerte y me lo han dado con generosidad. No defraudaré sus esperanzas", declaró Mitsotakis antes de acudir a la sede de su partido para darse un baño de masas.
Tsipras describió su derrota como "el coste político" de las difíciles decisiones que tuvo que tomar durante estos años. Felicitó a Mitsotakis y le pidió que no desmantele los avances sociales que ha conseguido durante su mandato. "Nos vamos con la cabeza alta. Hace cuatro años nos encargamos de un país al borde de la quiebra. Hoy dejamos un país libre (de rescates), en crecimiento y con reservas en sus cajas, con el interés de la deuda al mínimo histórico", afirmó Tsipras.
Vástago de una de las mayores dinastías políticas del país, Mitsotakis recoge así los frutos de una campaña en la que tildó a Tsipras de "traidor" y "mentiroso", dando fuelle al desencanto acumulado durante estos años. Ahora se ha alzado como la nueva esperanza de la clase media con un programa que orbita en torno a la reducción de impuestos y el crecimiento de la economía.
Por su parte, Tsipras ha intentado demostrar en los últimos meses que, a pesar de haber claudicado ante los acreedores y haber suavizado algunas de sus posturas más radicales, aún tiene una agenda social de izquierdas.
Especialmente tras la derrota en las recientes elecciones europeas y locales, Syriza ha intentado convencer a los griegos de que gracias a su gestión la crisis humanitaria no llegó a más y que, tras tanto esfuerzo, se merecen la oportunidad de gobernar sin corsés.
Por su parte, el indignado pueblo heleno ha demostrado que no comparte esta opinión y ha confiado mayoritariamente en un hombre que, entonces ministro, aplicó el segundo programa de rescate.
La participación, con un 57%, fue una de las más bajas de la historia de la democracia griega, aunque superó ligeramente la de las elecciones de septiembre de 2015, tras el referéndum y la fractura de Syriza.