La huelga general convocada por los sindicatos brasileños para protestar contra la reforma al sistema de jubilaciones y los recortes en la educación propuestos por el Gobierno de Jair Bolsonaro no ha tenido el impacto esperado por las centrales obreras de Brasil.
Miles de personas se manifestaron desde temprano en los 27 estados de Brasil y, aunque las centrales obreras en su último balance registraron protestas en más de 300 ciudades del país, los medios locales señalan que la huelga solo afectó 111 municipios.
Pese a que, según las centrales sindicales, unos 45 millones de trabajadores adhirieron a la huelga, el clima de normalidad imperó en varias ciudades, incluso en algunas capitales.
La protesta se tradujo principalmente en manifestaciones, marchas y bloqueos de carreteras y calles, así como en paralizaciones parciales en los sistemas de transportes, ya que pocos sectores pararon totalmente sus actividades, y, salvo en algunos casos puntuales, las protestas fueron pacíficas.
En Niteroi, un municipio de la zona metropolitana de Río, un grupo de personas fue embestido por un vehículo particular durante las protestas, y en Sao Paulo manifestantes prendieron fuego a un coche para cerrar una vía y la Policía utilizó bombas aturdidoras para dispersarlos.