La eliminación del líder de Hizbulá es el último gran golpe a un aliado de Irán de los últimos meses. Ataques israelíes indirectos y directos al régimen de Teherán que ponen en evidencia la falta de respuesta real por parte del régimen de los ayatolás

"Es obligatorio para todos los musulmanes apoyar al pueblo libanés y al orgulloso Hizbulá con las capacidades que posean", ha sido la declaración pública de Ali Jamenei, líder supremo de Irán, al respecto, sin anunciar ninguna respuesta.

La pregunta es si Irán pasará de las palabras a los hechos, algo que Eduardo Saldaña, coeditor de 'El Orden Mundial', no ve a corto plazo: "En estas últimas horas han habido declaraciones un poco más estéticas de cara a la galería y todo muy orientado a mostrar su apoyo a Hizbulá, pero si miramos a las últimas semanas, no preveo que Irán sea capaz de responder con la contundencia que intentan mostrar al público, algo que probablemente dañe la credibilidad del régimen que ya está bastante dañada por la inacción que estamos viendo".

Una inacción que no viene de ahora. La última respuesta contundente se produjo en abril, después del bombardeo de Israel al consulado iraní en Damasco que acabó con la vida de varios altos cargos de la Guardia Revolucionaria. Dos semanas después, Irán lanzó contra territorio israelí 320 drones y misiles. Y apenas causaron daños porque la mayoría fueron interceptados.

En julio, Israel volvió a poner en evidencia a la República Islámica de Irán con el asesinato del líder de Hamas en Teherán. Una agresión en su propia capital que provocó amenazas, pero no acciones.

Este mes, Israel ha causado en dos días 1.500 bajas entre los milicianos de Hizbulá, con la explosión de los buscas y walkie talkies y, en una semana, ha demostrado su capacidad para acabar con lo que quedaba de su cúpula.

Golpes sin apenas contragolpes ante la incertidumbre de si, esta vez, habrá o no una venganza real.