Jean-Claude Juncker asegura que está feliz de marcharse. Este viernes ha sido su última comparecencia como presidente ante la prensa. "Estoy feliz de irme porque el trabajo de presidente de la Comisión Europa no es una tarea fácil", ha afirmado.
Se va un tipo realmente carismático, salpicado por la polémica, como en la Cumbre de la OTAN en 2018, donde apenas podía mantenerse en pie. Lo acusaron de tener problemas con el alcohol, pero él los desmintió a su estilo: "Tengo ciática, preferiría estar borracho". Y con esta sorna contestó al eurófobo Farage cuando lo acusó de beber demasiado: "¿Tienes un cigarro?".
Dejó a medias una rueda de prensa cuando le avisaron de que llevaba un zapato de cada color. Su sentido del humor siempre ha sido singular, bromeando, o todo lo contrario, con dirigentes europeos, o con cualquiera que se le pusiera por delante.
Su salud es delicada
Se va con 64 años y una salud delicada. Intervenido de un aneurisma y de la vesícula recientemente, acaba su mandato con luces y sombras. Un europeísta convencido que falló al no implicarse en la campaña contra el Brexit en su día o no conseguir manejar con humanidad la crisis de refugiados de 2015.