Ha empezado el juicio contra James Crumbley, el padre del menor autor de un tiroteo masivo en un instituto de Michigan en 2021. Con el mono naranja, engrilletado de pies y manos, entra en el tribunal. Su hijo mató a sangre fría a cuatro compañeros y ni sus evidentes problemas mentales evitaron que lo sentenciaran a cadena perpetua. Sus padres, por primera vez en EEUU, también fueron acusados del crimen.
La madre acaba de ser condenada y ahora le juzgan a él, al padre. Porque fue él quién compró el arma homicida a su hijo de 15 años y no la guardó bajo llave. Tanto él como la madre ignoraron el aviso de los profesores, que pillaron al adolescente consultando en internet cómo comprar balas.
Tampoco se percataron de la inquietante confesión en su diario, donde hablaba de disparar en la maldita escuela. En el juicio la madre se derrumbaba ante la familia de las víctimas. "No tendrías que haber pasado por esto si hubieras cumplido como madre", aseguraba un padre.
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Pero el summum de la dejadez fue el mismo día del tiroteo. Horas antes en clase, el chico dibujó un boceto de la masacre. La dirección llamó a los padres, que rechazaron llevárselo a casa. Poco después empezó la matanza. La policía reconocía: "Tenía el arma cargada y venía por el pasillo". Ahora el padre se enfrenta a la justicia, que puede condenarle a 60 años de prisión.