En octubre de 2013, la imagen de ataúdes de niños fallecidos en el Mediterráneo conmueve a Europa. 368 personas se ahogan en las costas italianas de Lampedusa cuando intentaban llegar a territorio europeo.
En respuesta a esta tragedia, Italia lanza la campaña Mare Nostrum. Con la ayuda de varias ONG, comienzan varias operaciones de rescate en el Mediterráneo. "Fue una campaña exitosa, por así decirlo, puesto que rescató más de 170.000 personas", ha dicho María Jesús Vega, portavoz de Acnur España.
Apenas dura un año. Europa se niega a compartir los gastos de nueve millones de euros mensuales. En su lugar, en 2014 nace la operación Tritón. Su prioridad no es salvar vidas, sino el control fronterizo.
Cinco años y 17.000 ahogados después, el rumbo de Italia frente a la crisis humanitaria es muy diferente. "Italia ha llegado a un límite después de años de trabajar y hacerlo en solitario", añade Vega.
Con Matteo Salvini, alcanza el otro extremo de la balanza. El ministro de Interior de Italia habla de los migrantes como "carne humana".
El silencio de Europa y sus políticas antiinmigración han dejado el Mediterráneo vacío.
Sin barcos para salvar vidas, el Astral es el único navío español que patrulla la zona cero del Mediterráneo. "Nos cierran los puertos, ya casi no queda nadie. Evidentemente tenemos la opción de venir con el barco Astral para poder ser testigos de lo que está pasando", afirma Óscar Camps, director y fundador de Open Arms.
La polémica llega hasta Riace, en Calabria. Su alcalde, Domenico Lucano, está detenido por favorecer la inmigración ilegal. "Me están acusando de ser demasiado humano", asegura él.
Lucano es considerado un símbolo de la resistencia frente a la intolerancia y la xenofobia de Salvini.