La gran nube de humo causada por los incendios en Australia, también denominada 'flammagenitus', está ayudando a propagar el fuego al ocasionar tormentas eléctricas.
Debido a las altas temperaturas, dentro de la propia nube se generan descargas eléctricas y rayos que, de caer en determinados lugares, pueden provocar nuevos incendios.
La acumulación de humo crea las nubes 'artificiales' que, al llegar a las capas frías de la atmósfera, provocan la caída de numerosos rayos, la mecha ideal para propagar el fuego y hacerlo incontrolable para los bomberos.
Además, Australia padece los efectos de un patrón atmosférico que lo agrava todo, la llamada oscilación antártica, causante de altas temperaturas.
Sobre este país se genera un tipo de viento que reseca el ambiente y que llega hasta el sudeste australiano todavía más seco y caliente.
En este momento, más de 200 fuegos arrasan el sur de Australia, y ya se ha quemado una superficie equivalente a Andalucía. Su humo, que ha generado 200 millones de toneladas de CO2, dificulta la visión en Sídney y ya ha atravesado el Pacífico.
Al menos 26 personas han muerto víctimas de los incendios, así como millones de animales.