Rodeado de oficiales, Donald Trump ha firmado este martes el decreto para reformar el protocolo de la Policía, que ha calificado como "una medida histórica para garantizar un futuro de seguridad para los estadounidenses de todas las razas". Sin embargo, la reforma desoye casi todas las reinvindicaciones que han tomado fuerza a raíz del caso George Floyd: ni siquiera prohíbe por completo la técnica de bloqueo por el cuello que acabó con su vida.
La reforma del presidente, que ha prometido a los familiares de las víctimas de violencia policial que sus seres queridos "no habrán muerto en vano", tampoco incluye la reducción de fondos a la Policía que reclamaban los manifestantes en las protestas antirracistas -"sin Policía hay caos", ha argumentado Trump- ni introduce cambios drásticos.
De hecho, la técnica de estragulamiento que mató a Floyd no se suprime del todo, ya que se prohíbe "salvo cuando la vida del agente está en peligro", en palabras del presidente, que asimismo recomienda dejar de usar armas mortales y centra su ley en subvenciones para grupos policiales con buenas prácticas, una base de datos de agentes con mal comportamiento y la colaboración con trabajadores sociales para abordar situaciones de violencia.
Una reforma que los demócratas y también muchos republicanos ven insuficiente, por lo que trabajan en implementar más leyes desde el Congreso y desde gobiernos estatales y locales, como el de Atlanta, cuya alcaldesa, Keisha Bottoms, pide ir más allá y "exigir el deber de intervenir cuando un oficial ve a otro usar la fuerza de forma excesiva".
Por su parte, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, ha anunciado este mismo martes que todos los agentes deberán llevar cámaras corporales cuyas grabaciones serán revisadas siempre que se use una pistola o cuando su actuación hiera gravemente a una persona.