En menos de un mes, el Parlamento Británico que se levantó casi en bloque contra el acuerdo de divorcio con la UE, tiene que votarlo 'in extremis'. Un Westminster que cierra el año con algunas de las sesiones más broncas que se recuerdan a cuenta del 'Brexit' y por las esperanzas de sus señorías de poder forzar a Bruselas a renegociar algo en tiempo de descuento.
Empeño vano porque los eurosocios dejan claro, una y otra vez, que no se cambiará el pacto pese a la actitud diletante o "nebulosa" de los británicos, como la denominó el presidente de la Comisión Europea motivando una cierta enganchada con Theresa May, en una Cumbre de la que salió con las manos vacías.
De vuelta a Londres, May aprovecha las vacaciones para redoblar contactos con propios y extraños e intentar evitar el abismo. Pero su situación bien podría resumirse en la comentadísima imagen de su minigira continental en la que se quedaba atrapada en el coche: una primera ministra británica atorada, con Europa a la espera.
A uno y otro lado del Canal de la Mancha se aceleran los planes de contingencia para una ruptura a las bravas más que probable. Mientras, muchos en la calle siguen bramando por un muy improbable segundo referéndum.