Ocho años después vuelve a estar con su familia. Asia Bibi, la pakistaní acusada de blasfemia, ha salido de la cárcel. Una libertad teórica porque la calle sigue pidiendo su ejecución y allí no está segura.
"Ha habido muchos casos de personas acusadas de haber blasfemado y que en mitad de la calle fueron asesinadas. Asia necesita salir del país", asegura Olatz Cacho, responsable de países de Amnistía Internacional España.
Pero el Gobierno pactó con los grupos ultras y Bibi no puede abandonar Pakistán. Así que, en la práctica, está atrapada allí. Su caso recuerda al de Mohamed Mjaitir. Este blogguero fue condenado a muerte en Mauritania por decir que se utilizaba el islam para legitimar la esclavitud. Tras la presión internacional, su pena capital fue conmutada por dos años de cárcel.
"Aún así lleva casi cinco en prisión, en un lugar desconocido, por su propia seguridad, y está atrapado en su propio país sin poder salir incluso sabiendo que hay países que quieren darle asilo", añade Olatz Cacho.
Pero sólo pueden conseguirlo si sus gobiernos les dejan ir a otro país para pedirlo. No vale con hacerlo en una embajada aunque él lo intentó.
El activista Cheng Guancheng escapó de su arresto domiciliario en China y consiguió entrar en la embajada de Estados Unidos para pedir protección. Desencadenó una crisis diplomática y al final hubo un acuerdo político entre Washington y Pekín que le permitió marcharse a Estados Unidos.
La presión internacional fue clave: es lo que piden las ONG para convencer a Pakistán y que Asia Bibi pueda ser realmente libre en otro país.