El presidente estadounidense, Joe Biden, aspiraba a sus 81 años a retirarse del poder a los 86 desde la Casa Blanca. Con esa edad hubiera acabado un eventual segundo mandato, al que este domingo ha tenido que renunciar frenado precisamente por las críticas a su capacidad física y mentaque se consolidaron después del cara a cara que enfrentó al candidato demócrata contra el republicano, Donald Trump.

A pesar de que desde la Casa Blanca se ha intentado sin éxito que la población se fijara en los últimos cuatro años de mandato del demócrata y no en esa "mala noche" frente a Trump, los hitos políticos en este tiempo no han sido suficientes para contentar a la población. Prueba de ello son las encuestas que dan la victoria al expresidente republicano. La edad incapacitante, también llega al electorado.

Su misión de unir al país arrancó pocos días después de que Trump instigara el asalto al Capitolio que justificaba en que los resultados electorales que daban la victoria al Partido Demócrata habían sido fraudulentos. Fue en este momento que Biden se comprometió a deshacer muchas de las políticas que había establecido su antecesor. Un proceso que, en cambio, no ha llegado a cumplir al completo.

Por ejemplo, en términos de inmigración los demócratas no han conseguido dejar atrás muchas de las políticas deshumanizadoras que legislan las fronteras. De hecho, en este caso Biden se retira con una norma que tan solo limita el número de llegadas irregulares, algo que para muchos no dista suficiente de la posición 'trumpista' en este asunto.

No obstante, los problemas de popularidad de Biden llegaron mucho antes. Si se analiza la situación económica, la pesadilla demócrata comienza con los indicadores económicos como la inflación que dejó la pandemia. Cuando parecía que las cifras se recuperaban, Rusia comenzó su invasión en Ucrania y con ella sus efectos en el mercado energético. Aunque ahora puede decirse que EEUU vive un momento de estabilidad, Biden se marcha sin llegaron al objetivo del 2% de inflación.

Pero la ofensiva que el presidente ruso, Vladimir Putin, emprendió contra territorio ucraniano en febrero de 2022, también debilitó la estancia de Biden en la Casa Blanca. Aunque en un primer momento estuvo apoyando a Kyiv en términos de inteligencia, la decisión sobre un envío de un paquete de ayuda económica fue complicado. Lo consiguió, pero no gustó a todo el mundo.

El otro conflicto que tiene al mundo en vilo también ha conllevado consecuencias negativas para el demócrata, el cual tardó en condenar la campaña militar dirigida por el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu contra la Franja de Gaza. Algo que prometía castigar a los demócratas, y que se reflejó en la multitud de protestas propalestinas que tomaron campus universitarios a lo largo de todo el país.

Sus guiños a la población negra estadounidense evidenciados, por ejemplo, en el nombramiento de la primera mujer afroamericana en el Tribunal Supremo, tal y como recordó el mismo Biden en su carta de este domingo, tampoco han sido suficientes para mantener el apoyo de este sector.

Antes de ello, en cambio, Biden tuvo que luchar contra el sector más conservador que se encontraba en el alto tribunal estadounidense, el cual complicó poner fin a la protección federal al derecho al aborto. Un proceso que copó titulares en medio mundo al considerarse un retraso en los derechos de las mujeres desde una de las principales potencias mundiales. Biden también se vio perjudicado por esta cuestión.

Entre otras cuestiones, algunos recogen la ley de infraestructuras, la relativa a la industria de los semiconductores, así como la referente a la de reducción de la inflación, como las más importantes en términos positivos de todas las acciones emprendidas y conseguidas por el demócrata.

Otra decisión que parecía que sería bien acogida por los defensores de la Administración Biden fue la de la salida de EEUU de Afganistán en agosto del 2021. Sin embargo, se convirtió en el primer gesto que hizo que su popularidad bajara por el modo en el que se realizó la marcha de soldados estadounidense al haber provocado altercados en el aeropuerto de Kabul, capital afgana.

Estas son solo algunas cuestiones que habrían provocado la retirada de Biden, aunque quizás su actitud evasiva ante la prensa durante su mandato también ha influido en el fin de una carrera política de más de 50 años. Una trayectoria que no culmina en reelección, pero sí desde el despacho oval.

Las bodas de oro de Biden con la política

Le quedan poco más de cinco meses de presidencia, hasta el traspaso de poderes en enero, pero pone así fecha de expiración a una larga carrera política que se remonta a 1973 como senador de Delaware, un cargo que ostentó hasta 2009 con una promoción importante: la vicepresidencia del país de la mano de Obama, uno de los que ha contribuido a hacerle tirar la toalla.

No obstante, Biden intentó sin éxito hacerse con la nominación presidencial demócrata en 1988 y 2008, mientras que en los comicios de 2016 decidió no competir en parte por el duelo ante la muerte de su hijo Beau, fallecido de cáncer, y por la falta de tiempo para asentar una candidatura fuerte.

Pero desde que llegó al poder, pese a que en un primer momento dejó caer que solo iba a estar cuatro años, su convencimiento de que no había nadie más apropiado que él para frenar a Trump le han hecho aferrarse al puesto. Ese convencimiento ha sido impulsado también por la primera dama, Jill Biden, pilar de su vida y de su campaña y, según los medios del país, una de las pocas voces de su entorno capaces de hacerle tomar uno u otro rumbo.

La resiliencia había marcado tanto su carrera como su vida: perdió a su primera esposa, Neilia Hunter, y a su hija de un año, Naomi, en un accidente de tráfico en la Navidad de 1972, justo después de haber sido elegido senador, y aunque entonces se planteó dejar la política, porque resultaron heridos de gravedad sus hijos Hunter y Beau, acabó jurando el cargo.

Cronología de una renuncia

Todo iba bien hasta que el pasado 27 de junio, en su debate contra el exmandatario Trump, sus titubeos, frases inconclusas y mirada perdida hicieron saltar las alarmas y destaparon lo que hasta entonces habían sido comentarios minoritarios: las dudas sobre su fortaleza.

Biden proclamó su candidatura para las elecciones del 5 de noviembre el pasado 25 de abril. Lo hizo con la idea de que uno debe terminar lo que empieza y con la convicción de que la vuelta del político republicano al poder supondría una amenaza para la democracia.

Un día después de su desastroso cara a cara televisado con Trump, el primero de este nuevo ciclo electoral, intentó aplacar el temor que su comparecencia había provocado en sus propias filas y en la ciudadanía, para regocijo de los conservadores. "No me presentaría de nuevo si no creyera con todo mi corazón y mi alma que puedo hacer el trabajo. Hay demasiado en juego", dijo entonces en un mitin.

Le dieron su apoyo público posteriormente los expresidentes demócratas Bill Clinton (1993-2001) y Barack Obama (2009-2017), así como la exsecretaria de Estado y candidata presidencial Hillary Clinton, que en 2016 se le adelantó como eventual sucesora de Obama frenando las aspiraciones del hasta entonces vicepresidente.

Pero ese respaldo no tardó en resquebrajarse. El congresista Lloyd Doggett, representante de Texas, fue el pasado 2 de julio el primer legislador demócrata en pedir en voz alta que pusiera fin a su campaña. Le siguieron constantes filtraciones en los medios sobre el frenesí del partido al respecto, con convocatorias de reuniones telefónicas, encuentros de Biden con su círculo más cercano y reproches a quienes le asesoraron en su enfrentamiento dialéctico contra Trump.

Finalmente, este 21 de julio el político demócrata cedió a la presión y anunció su retirada. Lo hizo en una carta a la ciudadanía en la que afirmó que cree que debe poner fin a su carrera a la reelección "por el interés del partido y del país".