Crisis política en Francia

Las maniobras imposibles de Barnier que le llevaron hasta la puerta de salida

Equilibrios imposibles El primer ministro francés ha intentado estos tres meses negociar con derecha e izquierda, pero la Asamblea Nacional está fuertemente fragmentada e irreconciliable.

Michel Barnier, ex primer ministro francés Michel Barnier, ex primer ministro francés EUROPA PRESS

Michel Barnier intentó lo imposible: pactar con tres Francias irreconciliables, divididas en tres grandes bloques. Lejos de conseguirlo, el primer ministro francés puesto por el presidente de la República, Emmanuel Macron, ha durado tan solo tres meses después de su nombramiento y este miércoles ha caído víctima de una moción de censura apoyada por la izquierda y la extrema derecha. Ahora Macron tiene la responsabilidad de buscar una salida al bloqueo político en el que se encuentra Francia, consciente de que esta derrota lleva su nombre.

Barnier es el primer ministro de mayor edad de la V República francesa -con 73 años, pero también el más breve. El dirigente político es un europeísta y miembro del partido conservador Los Republicanos (LR) por el que apostó Macron para tener un Gobierno de derechas. Sin embargo, en el camino se cometieron tantos errores que su apuesta solo duró una temporada: de septiembre a diciembre.

El primer ministro tan solo ha durado tres meses en el poder y durante los cuales ha intentado lo imposible: llegar a acuerdos en una Asamblea Nacional francesa fuertemente fragmentada. Emmanuel Macron lo puso ahí y acabó siendo la cabeza de turco. La intención del presidente francés era llevar a un perfil negociador dada la experiencia de Barnier consiguiendo acuerdos para la Unión Europea con el Reino Unido durante el Brexit. Pero, al parecer, negociar fuera de casa no es tan complicado como hacerlo dentro.

Barnier pasó por alto que dentro de la Asamblea Nacional hay mucho rencor acumulado tanto por un lado como del otro. Para empezar, Macron cuando le nombró ignoró a la fuerza con más apoyos parlamentarios: el Nuevo Frente Popular (NFP). Esto provocó el enfado y la indignación de la coalición de izquierdas, clara ganadora de las elecciones en la segunda vuelta en julio de este año. Unos comicios que dejaron a un Parlamento profundamente dividido en tres grandes bloques políticos: la izquierda, la extrema derecha y los macronistas. Pero Macron rechazó designar a un primer ministro propuesta por la izquierda.

Intentó negociar pero acabó en manos de Le Pen

El exministro y excomisario europeo cuando fue nombrado en septiembre parecía entonces tener una voluntad de llegar a acuerdos con todos. "Habrá que escuchar y aplicar mucho respeto. Entre el gobierno y el Parlamento, también hacia todas las fuerzas políticas, y digo todas", explicó haciendo referencia al Reagrupación Nacional de Marine Le Pen y la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon

Sin embargo, su perfil se adapta más a la ultraderecha por ser rígido con la cuestión migratoria. Algo que no dejó pasar por alto la izquierda ya que sus formaciones intentaron frenar a toda costa a la extrema derecha en las urnas e, incluso, llegaron a retirar de algunas circunscripciones a sus candidatos a favor de Macron.

Durante estos efímeros meses solo confió en su capacidad negociadora, intentado dialogar a izquierda y derechas. Pero la realidad es que acaba siempre todo en manos de la extrema derecha, que con sus 143 diputados son los que decidían en la Asamblea, a los que además, Barnier hizo varias concesiones, entre ellas una ley de migración más severa.

El detonante de la crisis política

Estos, ciertamente, no equilibrios llegaron a su fin cuando decidió su propia muerte política: forzó la aprobación del presupuesto de la Seguridad Social el lunes. El primer ministro desató un terremoto político en el país cuando a principios de la semana activó el polémico artículo 49.3 de la Constitución francesa para aprobar sin votación su plan presupuestario de la Seguridad Social para el próximo año, esquivando así el bloqueo del Parlamento. La impopular decisión generó una lluvia de críticas de los partidos de la oposición, que usaron el mismo artículo de la Constitución para llevar dos mociones de censura.

La que contaba con más apoyos, la del Nuevo Frente Nacional, es la que salió adelante con 331 votos a favor, muy por encima de los 288 que necesitaba para provocar la dimisión del Ejecutivo. Ahora, a la espera de la decisión que tome Macron la noche de este jueves, Barnier será sustituido tan solo tres meses después de su llegada al poder.

Además, el conservador pasará a la historia como alguien con gran talante negociador pero que como primer ministro ha sido incapaz ni siquiera de aprobar los presupuestos para el año próximo, lo que le convierte en el jefe del Gobierno francés más efímero desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras, Macron en los próximos días deberá encontrar una figura capaz de sacar al país del bloqueo y adoptar unos nuevos presupuestos para el año próximo, en un momento en el que su economía se tambalea y la prima de riesgo francesa se codea con la de Grecia.

La Constitución no establece un plazo para el nombramiento de un nuevo Ejecutivo, mientras el actual puede afrontar en funciones los asuntos corrientes. El presidente francés tiene una agenda cargada este fin de semana, en el que recibe a varios jefes de Estado y al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, para la reapertura de la catedral de Notre Dame, cinco años y medio después del incendio que sufrió en 2019.

El país entra en un período de incertidumbre ante una situación que nunca había vivido. Solo una vez había triunfado una moción de censura, en 1962 contra Georges Pompidou, pero entonces se disolvió la Asamblea Nacional, el general De Gaulle obtuvo una victoria aplastante y volvió a nombrar a su fiel escudero al frente del Ejecutivo. Ahora, Macron tiene las manos atadas y no parece contar con herramientas claras para superar la crisis política.