La venganza israelí no afloja y ya se ha cobrado más de 30.000 vidas palestinas en la Franja de Gaza. Según el último balance de las autoridades del enclave, controladas por Hamás, los muertos son al menos 30.035 y los heridos, 70.457, mientras miles de personas continúan desaparecidas.
Una estremecedora cifra de vidas cercenadas que que multiplica por 25 el número de israelíes muertos en los atentados del 7 de octubre y que equivale prácticamente a toda la población de la localidad valenciana de Xátiva. Detrás de este macabro contador hay sobre todo mujeres, niños y niñas, que suponen las tres cuartas partes de las víctimas, y familias enteras aniquiladas, apellidos borrados y estirpes extintas.
A quienes aún sobreviven, les consumen sin embargo el hambre y las enfermedades. El asedio israelí reduce a la mínima expresión la llegada de ayuda: comida y agua entran en la Franja con cuentagotas y en medio de la desesperación, se suceden los ataques como el perpetrado este jueves, que ha matado a un centenar de personas en los propios repartos de comida.
Hasta Estados Unidos, el aliado más fiel de Israel, se plantea sumarse a lanzar ayuda desde el aire. Un pírrico parche para quienes los ataques incesantes les hurtan su vida pasada, sumen en un agónico presente y condenan su futuro. Ello, en un momento en que se teme inminente que los israelíes lleven toda esta destrucción al vecino Líbano con otra cruenta ofensiva terrestre.