El éxito de Ryanair tiene una cara, la de Michael O'Leary, un atípico ejecutivo que, con sus excentricidades, ha sido la mejor publicidad para su compañía. Es el cerebro de campañas como con las se dio a conocer en España, regalando billetes en plena calle, que hay que recoger en bañador, utilizando a sus azafatas para polémicos calendarios, o estrangulando a una competencia que representa como a un vampiro.

"Cualquier cosa que genere más publicidad para Ryanair es bienvenida", aseguraba en Madrid el pasado mes de julio de 2018. Todo se convierte en noticia y la publicidad le sale gratis. "Su forma de ser se refleja en el modelo de negocio y en la forma en la que actúa", ha explicado Enrique de la Rica, de la Escuela de Negocios de ESEUNE.

Pasajeros del avión de Ryanair

Es la política 'low cost' llevada al extremo, bordeando el límite legal: pagar por el equipaje de mano, por imprimir el billete y, si por él fuera, por utilizar el baño. A lo que se suman las denuncias de precariedad laboral, falta de seguridad y retrasos y cancelaciones constantes.

"No tienen aviones si otro se estropea, y él dice: 'Puedes comprar otro billete'", ha criticado Felipe Sánchez, de la Escuela de Negocios EDEM. O'Leary dejará el día a día de Ryanair y tendrá un retiro dorado desde el que podrá disfrutar de su fortuna y su coche. Un mercedes que convirtió en taxi para poder utilizar los carriles de servicio público.