No se cansa de decir que es el hombre más rico no solo de Rusia, sino del mundo, pero Vladímir Putin se refiera a una riqueza más espiritual que terrenal, asegurando que su mayor fortuna es ser el presidente de Rusia. Sin embargo, cuando entramos en lo material, en los rublos que lleva en el bolsillo, su gran fortuna parece desvanecerse, y no es porque no hayan intentado dar con ella.
Y es que son muchos los bienes e inmuebles de lujo vinculados al presidente ruso, pero a través de personas de su total confianza.Es el caso un palacio junto al Mar Negro con casino, pista de hockey sobre hielo, sala de cine e incluso viñedo. Una propiedad que apareció en el documental del opositor Alexei Navalny, algo que enseguida se apresuró a desmentir Arkady Rotenberg, amigo de la infancia de Putin y, según él, el verdadero propietario de la misma.
Algo parecido ocurre con la villa de Mónaco valorada en 4,1 millones de dólares y comprada a través de una empresa por una mujer que, presuntamente es su amante, o con su última adquisición secreta: un complejo de lujo de cuatro kilómetros cuadrados muy cerca de la frontera con Finlandia.
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Casas valoradas en millones de dólares a las que se suman helicópteros, aviones y yates de lujo, pero que se quedarían en poca cosa si se confirma su verdadera riqueza oculta: 100.000 millones de dólares que le convertirían en el hombre más rico del planeta.