Hasta ahora, ni el escándalo del 'Partygate', con las fotos de Boris Johnson en plena fiesta bebiendo alcohol durante el confinamiento por la pandemia de COVID, ni tampoco la moción de confianza impulsada por el sector más crítico del partido conservador han conseguido echar al primer ministro británico de Downing Street. Ha sido un escándalo sexual, el de un gran desconocido, el que ha puesto a Johnson en la rampa de salida.
Su nombre Chris Pincher, exsecretario de estado de Exteriores, con un historial de acoso sexual del que Boris Johnson era plenamente consciente. Un exatleta olímpico de remo denunció a Pincher en 2017. Reveló cómo le desabrochó la camisa, le masajeó el cuello e insinuaba que así llegaría lejos en el partido. Un comportamiento calificado por la víctima como el de un 'Harvey Weinstein de saldo'. Tuvo que renunciar a su puesto.
La prensa británica asegura que Boris Johnson se refería a él como 'el sobón', pero aun así lo recuperó en su gabinete en 2019. No obstante, la gota que colmó el vaso llegó desde un exclusivo club de Londres hace unas semanas. Borracho, Pincher tocó sin consentimiento a dos hombres y, avergonzado, presentó su renuncia. Aun así, Johnson lo mantuvo. Días después, al menos otras cuatro acusaciones contra Pincher aparecían en los periódicos británicos.
"El instito natural de Boris Johnson ha sido mentir, decir que él no sabía nada", ha destacado Pedro Rodríguez, analista y profesor de la Universidad Pontificia de Comillas. Se da así la circunstancia de que el escándalo que le costó el cargo a Pincher ahora podría hacer caer a Johnson. Por el momento, tras la renuncia de los ministros de Economía y de Sanidadtres de los grandes pesos pesados del Ejecutivo le han retirado su apoyo.