Javier Escorihuela estuvo en el aeropuerto de Kabul. Es capitán del escuadrón de apoyo aéreo que acudió a la capital de Afganistán a ayudar al resto de soldados a completar con éxito la evacuación de colaboradores españoles. Más de 2.200 personas han podido salir del país gracias a labores como las de su equipo, pero el horror sigue marcado en la mente del militar.
En una entrevista con Onda Cero, Escorihuela ha descrito el ambiente en el aeródromo. Y los testimonios son desgarradores: "Lo más complicado ha sido ver la cara de la gente que estaba fuera del aeropuerto. La cara de los que se quedaban allí, su desesperación. Eso es lo que nos llevamos para casa", cuenta a la emisora.
Los militares que han trabajado, ya sea en España o en Afganistán, para mantener seguras a las personas que se trasladaban insisten en la misma palabra: caos. Así lo relata también a Onda Cero el coronel Álvarez Planelles, responsable de la última misión de repatriación: "Era un auténtico horror. La gente se agolpaba en las puertas. Llegaban destrozados. Por eso hablaba el capitán de de las caras de sufrimiento, porque la gente llegaba absolutamente derrotada, con un calor terrible por las mañanas y apretados como sardinas para avanzar poco a poco", lamenta.
"Parecía la lista de Schindler"
Planelles estuvo presente en el momento en el que España hizo sus últimas gestiones para abandonar Afganistán. El pasado mes de mayo, relata el oficial, estaba todo preparado. Lo que no esperaban él y el resto de militares es que el desenlace fuera el que tristemente se ha materializado.
"Había una cierta seguridad de que las fuerzas afganas podrían combatir un ataque talibán. Pero ha sido una sorpresa que se hayan diluido como un azucarillo en la contención. Estaban bien instruidos y bastante bien dotados de material, pero cuando ha llegado el momento de tomar las armas, no han sabido hacerlo y han desaparecido del mapa", asevera el coronel.
De lo que iba a ocurrir en un principio a lo que finalmente ha sido hay un salto. Y lo más complicado, además del riesgo, apunta Planelles, ha sido la organización. Un hecho que también ha destacado su compañero, el general de brigada Pablo Guillén, hasta el punto de que utiliza una referencia cinematográfica muy clara para reflejar su experiencia.
"Me recordaba mucho a la lista de Schindler, donde el protagonista se desespera porque no tenía más recursos económicos. En aquel caso eran los recursos y aquí ha sido el tiempo, si hubiésemos tenido más tiempo, habríamos sacado a mucha más gente. Nuestra carencia no era el dinero, era el tiempo", insiste Guillén.
"La gente pasaba horas y días con aguas fecales hasta las rodillas"
El capitán Escorihuela también pone el foco en la frustración. Según este militar, ya durante la noche del miércoles eran conscientes de la posibilidad de que hubiera un atentado en la zona. Al día siguiente, se materializó, pero fuera del recinto había todavía 100 personas por evacuar. "Nos sentimos frustrados porque no conseguimos que salieran de allí", afirma.
"No parábamos de sacar gente y teníamos un escalón de compañeros para dar servicio de tránsito entre aviones militares", describe el capitán, que describe todo el operativo como de "mucho esfuerzo". "Al final ha sido una misión de mucha gente", subraya.
Ante esto, Planelles también sostiene que ha habido momentos especialmente complejos. Uno de ellos, ante la falta de espacio y las posibilidades de abrir huecos en las puertas del aeropuerto. Cerca de una de ellas, relata el oficial, incluso había un estanque de aguas fecales. En un principio, la población no podía estar allí. Pero no había hueco; no había tiempo. La multitud, cuenta el militar, se agolpaba.
"Nuestra gente, que estaba allí, sufría con ellos para poderlos sacarlos de esa presión, de esas colas, incluso de un canal de aguas fecales. Se colapsó aquello y la gente pasaba horas y días con aguas fecales hasta las rodillas para llegar a los nuestros", describe con pesar.
Así, para el general Pablo Guillén, a pesar de no poder hablarse de fracaso tras más de 20 años de operativo, lo ocurrido sí implica una decepción. Decepción por la incapacidad del Gobierno afgano para contener la ofensiva talibán, y decepción por la cantidad de gente que no ha podido salir del territorio. Aun así, concluye explicando al citado medio que todavía queda trabajo: "Estamos pendientes de que las ofertas de CCAA y ONG se materialicen. Teniendo en cuenta que el tiempo ha sido nuestra mayor limitación, vamos a intentar mantener un remanente", sentencia.