No poder conducir era uno de los mayores símbolos de la represión a las mujeres en Arabia Saudí. Pero quedan vigentes otros igual de importantes. El fundamental, el guardián. Todas las saudíes tienen un hombre que las custodia y necesitan su permiso para casarse, divorciarse, sacarse el pasaporte, recibir educación o abrir una cuenta bancaria.
"En Arabia Saudí la mujer no tiene libertad para poder gestionar su vida, personal, familiar o laboral. Por ejemplo, necesitan permiso para tener un trabajo remunerado", ha señalado Alma Martín, portavoz de Amnistía Internacional.
Las saudíes tampoco eligen su atuendo. Pueden tener vestidos de todos los colores, pero nunca podrán salir sin cubrirlos con una túnica negra y sin tapar también su cabeza. Pueden llegar a ser detenidas por saltarse el estricto código.
Las mujeres son segregadas. En espacios de ocio, sólo pueden acceder a zonas familiares, nunca a las reservadas para hombres. La justicia deja de poder llamarse así cuando la declaración de una mujer vale la mitad que la de un hombre.
En 2015, las mujeres pudieron votar y ser votadas en unas elecciones locales. Pero las candidatas no pudieron hacer campaña a los votantes, tuvieron que delegarlo en sus colaboradores masculinos. Ellos, los hombres, tutelan prácticamente cualquier aspecto de la vida de las mujeres saudíes.