La intensa lluvia ha marcado la visita de los Duques de Sussex, Enrique y Meghan, a Dubbo, una ciudad situada en una vasta zona agro-ganadera de Australia que está afectada por una intensa sequía. "Y la lluvia ha sido un regalo", ha dicho Enrique en un discurso que ofreció durante un picnic en esta localidad, situada a más de 300 kilómetros al noroeste de Sidney, donde aborígenes locales atribuyeron el aguacero a la pareja.
Ante unos 30.000 asistentes, el príncipe también ha elogiado a la gente del campo por ser "trabajadores incansables" y "la espina dorsal" de Australia, entre otras virtudes, mientras su esposa lo protegía de la lluvia con un paraguas.
El hijo del príncipe Carlos y la fallecida Diana de Gales también comentó que en la década de los sesenta su abuela, la reina Isabel II, y su marido, el duque de Edimburgo, visitaron Dubbo, y que durante su juventud él mismo vivió en el interior de Australia una experiencia como vaquero o "jackaroo".
Uno de los momentos más emotivos en el segundo día de la visita de los duques de Sussex a Australia fue el encuentro en el aeropuerto de Dubbo con Luke Vincent, un niño de cinco años que entregó flores y abrazó a la duquesa y jugueteó con la barba y el cabello del príncipe.
Las transmisiones televisivas mostraron cómo el príncipe, quien espera a su primer hijo en la próxima primavera boreal, hacía muecas y jugaba con el niño australiano. A media mañana, la pareja visitó una de las granjas de Dubbo para ver los estragos causados por la sequía y donde dieron a la familia propietaria una tarta de plátano con chispas de chocolate y jengibre que Meghan preparó anoche.
En la granja, la coordinadora de la sequía del estado de Nueva Gales del Sur y anteriormente nombrada la Mujer Rural Nacional del Año, Pip Job, enseñó cómo dar de comer al ganado a los duques de Sussex, que vestían atuendo informal. El matrimonio se encuentra en una gira que durará hasta finales de mes y que los llevará también a Fiyi, Tonga y Nueva Zelanda.