La resignación de vivir esta Semana Santa desde los balcones es un sentimiento generalizado. En cada rincón del mundo se las han tenido que ingeniar para poder celebrar el Viernes Santo cumpliendo con las medidas implantadas por la crisis del COVID-19.
Es el caso de Bolivia, donde dos camionetas empujaban las imágenes del Santo Sepulcro y del Cristo Crucificado por las calles de La Paz y ante los aplausos de una comunidad emocionada. No es un caso único, en El Salvador también han procesionado a su Jesucristo subido a un Toyota.
Son los tiempos del rezo en época de confinamiento. Una imagen, la de los templos vacíos, desoladora para el padre Steve, en Chicago, que ha colocado las fotos de sus feligreses en los sitios que solían ocupar durante la misa, retransmitida en directo.
Por su parte, a puerta cerrada, en silencio y con la austera iluminación de unas velas, el papa Francisco ha presidido un Vía Crucis histórico, esta vez en la Plaza de San Pedro y no en el Coliseo de Roma, como es habitual.
Impresionan también las calles vacías en Jerusalén o las campanas paradas en La Habana, porque aunque sean tiempos difíciles para los más creyentes no se debe salir.