Réplicas de recetas volando como si fuesen confeti en la entrada del museo Guggenheim de Nueva York. Protestan así por las donaciones que recibe el museo de la farmacéutica vinculada con la crisis de los opiáceos.
En los años 90, la farmacéutica lanzó un calmante afirmando que no era adictivo pero muchos pacientes terminaron enganchándose.
Cada año mueren 49.000 personas en Estados Unidos por sobredosis de opiáceos.