En el norte de Rumanía, en el municipio de Sighetu Marmației, el río Tisza sirve de frontera natural con Ucrania. Ambos países los une un puente que cruza la corriente y que, desde que comenzó la invasión, han cruzado de media 2.000 personas a diario: la mayoría familias con niños que huyen de los horrores de la guerra.
El hecho de que la mayoría de los ciudadanos que hacen uso del puente sean mujeres y niños ha inspirado a las ONG desplegadas en el lugar que, en coordinación con la Policía Fronteriza y las autoridades locales, llenan cada día el puente de juguetes y peluches. Una forma dar la bienvenida y de sacar una sonrisa a los más pequeños, ya que la mayoría de ellos no comprenden la gravedad de lo que sucede a su alrededor.
Los niños tienen la oportunidad de escoger un compañero de viaje para su estancia en Rumanía y hasta que puedan volver, si pueden, a sus hogares. La mayoría se dirigen al oeste guiados por voluntarios en carpas en el lado rumano. Allí, las familias reciben tarjetas SIM, alimentos, alojamiento temporal e información sobre trenes y autobuses que salen de la ciudad fronteriza: la mayoría se dirigen a Bucarest, la capital, o a otros países como Hungría o Eslovaquia.
De acuerdo con algunos voluntarios que prestan la ayuda humanitaria, algunos jóvenes en edad militar también han huido de Ucrania a través del paso. Algunos se han atrevido a cruzar las aguas heladas. Otros, pagando hasta 15.000 euros para huir.
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Según la Policía Fronteriza Territorial de la región, este paso fronterizo en el segundo más transitado del país. Rumanía ha acogido ya a medio millón de personas.