A las 12, puntualidad británica, llega la novia y recorre sola la primera parte del trayecto al altar. A mitad de camino le espera el príncipe Carlos para acompañarla. Enrique no puede evitar la sonrisa cuando la ve aparecer y ella hace lo propio. Su madre, visiblemente emocionada no puede evitar las lágrimas.
Intercambian saludos y sonrisas constantes hasta que toca ponerse serios. Llega el momento más esperado. El cura le pregunta al novio: "Harry, ¿tomas a Meghan como esposa, para amarla, confortarla, honrarla y respetarla y, renunciando a todas las demás, serle fiel durante toda vuestra vida?". El príncipe lo tiene claro: "Sí, quiero".
Risas y turno de Meghan: "Meghan, ¿tomas a Harry como esposo, para amarle, confortarle, honrarle y respetarle y, renunciando a todos los demás, serle fiel durante toda vuestra vida?". Y ella tampoco duda: "Sí, quiero".
Tras los sí quiero, los gestos. A Diana de Gales, con la lectura por parte de su hermana, y al origen estadounidense de la novia, con el apasionado sermón de un reverendo de la iglesia episcopal y la presencia de un coro de góspel.
En los votos, según lo esperado, Meghan no ha prometido obediencia a su futuro marido. Pronunciados los juramentos, intercambio de anillos y proclamación formal: "Os declaro marido y mujer". Enrique y Meghan ya son los nuevos duques de Sussex.