La propuesta de Vladímir Putin de hacer una reforma constitucional que da más poder al Parlamento ruso ha sorprendido a muchos. "Es algo nuevo porque en Rusia siempre ha pasado lo contrario, un sistema semipresidencial. Entonces si le damos más poder al Parlamento, lo que estamos dando es más poder al primer ministro", explica Alberto Prego, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia de Comillas.
El movimiento se ha entendido como una gran jugada de Putin: sentar las bases para perpetuar su legado sin estar en primera línea. Enrique Ayala, miembro del Consejo de Asuntos Europeos de la Fundación Alternativas, entiende que lo que se busca "es una transición lo más suave posible entre la época de Putin y la época posterior, hacia un sistema en el cual el poder esté más repartido".
Él se reservaría un lugar, por ejemplo en el Consejo de Estado, para tener la última palabra sobre las decisiones del país. Otra opción: repetir su estrategia de 2008. En Rusia no se puede ser presidente más de dos legislaturas seguidas, por lo que pasó a ser primer ministro para volver luego a la presidencia.
En aquella aventura le acompañó su fiel camarada, Dimitri Medvédev, pero esta vez no estará porque ha sido relegado. Para Alberto Prego, "Putin controla absolutamente todo", y cree que esto es "quitárselo de en medio ofreciéndole un retiro dorado".
Medvédev lastraba la popularidad de Putin por los problemas que arrastra la economía Rusa. Su sucesor era hasta ahora un desconocido responsable de Hacienda, que tampoco tendrá una gran oposición ya que Putin excluirá la posibilidad de que los exiliados se presenten.
Para Enrique Ayala, la política de Putin "prácticamente ha sido nacionalista desde el principio". Las reglas del juego cambian, para que el régimen siga igual en Rusia.