Prometieron grandes cambios con las Olimpiadas de Río de Janeiro, 12 meses más tarde el país atraviesa una profunda crisis política y económica. Se invirtieron casi 14.000 millones de dólares en infraestructuras porque se esperaba la llegada de 360.000 visitantes, un año después esos lugares están en desuso y los más pobres en la calle.
77.200 personas perdieron sus hogares desde que en 2009 Río de Janeiro se proclamó sede olímpica, una de ellas fue Vila Autódromo, una favela reducida a escombros porque sus chabolas afeaban la Villa Olímpica. "Era una comunidad que no tenía tráfico, no tenía milicias, no tenía nada", dice Sandra Damiao, vecina de Vila Autodromo. Allí, 531 familias tuvieron que marcharse.
Además, la inestable situación ha derivado en el aumento de criminalidad. En la calle 10.000 policías velan por la seguridad de los ciudadanos y en el último año se han visto multiplicadas las denuncias de asaltos a vecinos y turistas.
"Nos rompen los camiones, nos roban las radios, el dinero. Es una situación traumática", comenta Gilson Dos Santos, camionero. La ciudad más emblemática de Brasil se hunde en una bancarrota agravada por la resaca de unos Juegos Olímpicos muy lejanos a las promesas realizadas.