La historia de Salwa y su padre Abdullah dio la vuelta al mundo la semana pasada después de que un amigo colgara un vídeo en redes sociales que mostraba cómo la pequeña de cuatro años se reía cada vez que caía una bomba porque su padre le había hecho creer que se trataba de un juego.

Se encontraban en Sarmada, una ciudad fronteriza con Turquía a donde habían huido desde Idlib. Sin embargo, a pesar de haber dejado atrás su hogar, el ruido de las bombas continuaba escuchándose demasiado cerca. Ahora, gracias a ese vídeo que acumula ya casi tres millones de visualizaciones en Twitter, Salwa está ya a salvo en Turquía.

Después de que Mehmet Algan, un amigo de la familia que trabaja para la Asociación Médica para Expatriados Sirios, subiera el vídeo, las autoridades turcas se pusieron en contacto con ellos e iniciaron los trámites para facilitar su traslado a Turquía.

"Están a salvo ahora. Salwa crecerá sin escuchar bombas", escribía Algan después de que padre e hija lograran cruzar el paso de Cilvegozu. Ahora podrán iniciar una nueva vida en Turquía, que les ha otorgado el estatus de refugiado, aunque Abdullah espera que la guerra acabe y poder volver pronto a su país.

Según cifras de la ONU publicadas la semana pasada, unas 900.000 personas se han desplazado de sus hogares en Iblib, la región de Abdullah y Salwa, por las hostilidades, la zona se encuentra prácticamente dominada por el Organismo de Liberación del Levante, una alianza islamista en la que está incluida la exfilial siria de Al Qaeda, a la que Moscú y Damasco consideran "terrorista".

Además, en lo que llevamos de año 28 niños han muerto, según ha podido verificar Unicef, y otros 49 resultaron heridos como consecuencia de la escalada de la violencia en Idlib y el oeste de la provincia de Alepo.