Casi 2.500 personas tienen que hacer frente al duro invierno en Grecia en un campo de refugiados cerca de Atenas durmiendo en tiendas de campaña en pleno temporal de nieve y viento.
Las temperaturas casi negativas a las que los refugiados tienen que hacer frente están provocándoles serios problemas de salud, sobre todo, en los más vulnerables: los niños.
Más de 74.000 demandantes de asilo llegaron a Grecia en 2019 provenientes de Turquía, un incremento del 47,2% respecto al año anterior, según los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
La inmensa mayoría de los refugiados (59.457) arribaron por mar, lo que supone un aumento del 83% respecto a 2018, mientras las llegadas a través de la frontera greco-turca terrestre descendieron un 17,4% hasta sumar 14.891.
La isla de Lesbos recibió 26.974 demandantes de asilo, seguida por la de Samos (10.711) y Quíos (7.990). Según los datos de ACNUR, el 35% de los refugiados en las islas son niños, en su mayoría menores de 12 años -uno cada seis no está acompañado de un mayor- y el 22% son mujeres.
Como consecuencia las condiciones de vida en los campamentos de las islas, que han sido siempre malas, han empeorado aún más. Según los datos oficiales, 42.000 demandantes de asilo se hacinan en las islas del Egeo en campamentos cuya capacidad total de alojamiento es para 8.500 personas.
La gestión de la crisis migratoria constituye la primera prueba grave para el Gobierno del conservador Kyriakos Mitsotakis, que había prometido reducir drásticamente las llegadas de migrantes y descongestionar las islas. Por eso restringió las condiciones del acceso al asilo, prometió acelerar las devoluciones a Turquía de personas cuyas demandas de protección internacional sean rechazadas y el traslado rápido de los demás a la parte continental del país.