A pie, con los pocos enseres que han tenido tiempo de recoger, miles de desplazados siguen llegando a las fronteras de los países vecinos. "El mundo tiene que ayudarnos con lo que pueda, incluso con armas", dice una mujer.
Ellas vienen solas con sus hijos porque el gobierno ucraniano ha prohibido abandonar el país a los hombres de 18 a 60 años por si son llamados a filas. Vilma, refugiada, cuenta que a su hijo no le dejaron viajar con ella: "Mi corazón está muy dolorido, estoy temblando, no puedo calmarme".
Los pocos hombres que vemos en la frontera realizan, de hecho, el viaje inverso. Todas las rutas migratorias conducen al oeste: Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Moldavia. Son los países limítrofes con Ucrania, que se preparan para la acogida. Otros más distantes, como Alemania, Austria, Chequia y Bulgaria, también les han ofrecido cobijo.
Polonia ha sido el primer país en abrir la frontera sin condiciones. Allí ni siquiera el pasaporte COVID es necesario para entrar en el país y su gobierno dice estar preparado para recibir a 30.000 refugiados diarios. Incluso la Hungría de Orban, el líder europeo más cercano a Putin, ha emitido una orden de urgencia para permitir la entrada de refugiados. En España varios ayuntamientos y comunidades autónomas también se han ofrecido para acogerlos.