Por las calles de Varsovia, la capital de Polonia, o en una estación de tren, un equipo improvisado de Payasos Sin Fronteras logra lo imposible: animar a los refugiados más jóvenes y hacer que los niños se olviden por un momento de los horrores de la guerra.
"Vienen, se sientan, tienen cara de duda, de qué va a pasar... Y conforme pasa el espectáculo ves cómo empiezan a reír, algunos comienzan a bailar", explica Nacho Camarero, uno de los artistas pertenecientes a esta ONG.
Estos días Nacho y sus compañeros realizan una gira de espectáculos de circo en diferentes puntos de Varsovia y de la frontera polaca. Su objetivo es contagiar su alegría a los niños y a las familias que huyen de la guerra de Ucrania. "Se animan, es como que algo cambia en lo que están viviendo", opina Lucía Pennini, otra de las integrantes de la compañía improvisada.
No es la primera vez que hacen este tipo de giras en duras condiciones. Camarero ya estuvo en el país hace unos años, antes de la pandemia. "En 2018 y 2019 estuvimos en la zona del Donbás", afirma y se pregunta por el futuro de los niños a los que animaron entonces: "Todos esos niños... ¿Dónde estarán ahora?".
Ser payaso en medio de una guerra es difícil, pero es una necesidad. "Se necesita comida, un sitio para dormir, calor... Pero risas también", asevera Pennini.
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De los más de tres millones de personas que han huido del conflicto hasta la fecha, más de un millón y medio son menores, según los datos de Unicef. Son su público estos días: han dejado su hogar, su vida y a sus queridos atrás... Pero sí se han llevado consigo su sonrisa.