En el vídeo podemos ver un control estadounidense llevado a cabo en la provincia de Khost. Toda persona que pasa queda registrada. "Podemos tomar imágenes no sólo de las caras y de las huellas dactilares. También escanear los iris", contaba un soldado.
Como en este control, lo hicieron durante años en todo el país. Con esos dispositivos, Estados Unidos registró datos biométricos de la mayor parte de la población afgana. También imágenes de caras para el reconocimiento facial. El objetivo: obtener la máxima información posible para localizar a terroristas y potenciales amenazas.
"Lo contrastamos con la base de datos para ver que no haya nadie de la lista de seguimiento. La información que estamos recolectando se la podemos dejar a los afganos cuando nos vayamos, y ellos podrán seguir rastreando y encontrar a los malos", explicaba en 2010 el comandante de la misión HIIDE Michael Johnson.
Pero ahora, esos dispositivos están en manos de los talibanes y pueden utilizarlos para identificar a cualquiera que haya colaborado con Estados Unidos o sus aliados.
El periodista y escritor Amador Guallar afirmaba en laSexta Noche que "cualquier persona que tenía un pase para entrar en una base de la OTAN es susceptible ahora de ser investigada o que le pase algo con los talibanes".
Los talibanes podrían necesitar ayuda para procesar parte de los datos, pero esa ayuda podría llegarles a través de los servicios de inteligencia pakistaníes, con los que llevan años trabajando. Una herramienta más para la represión, aunque no la única.
Que los talibanes se hayan hecho con este material militar pone de nuevo en evidencia el modo en que se ha realizado la retirada, dejando atrás equipamiento militar sensible. Pero también, los riesgos de esta tecnología biométrica que, en países como China, ya se utiliza para la vigilancia masiva de opositores.