La guerra amenaza a Transnistria, la región separatista y prorrusa de Moldavia que tiene frontera con Ucrania. En las últimas horas se han registrado al menos cuatro ataques distintos, sobe el edificio del Ministerio de Seguridad del Estado, en el centro de la radiotelevisión del pueblo de Maiak y también muy cerca de un depósito de armas de la era soviética.
Por el momento no se han registrado víctimas mortales, pero el miedo se ha extendido entre su población. Desde Moldavia, su presidenta señala a las milicias rusas instaladas en la zona y cree que "estos intentos de escalada provienen de facciones dentro de la región de Transnistria que son fuerzas a favor de la guerra y están interesadas en desestabilizar la situación en la región".
La misma teoría defienden desde Kiev. El gobierno ucraniano cree que la intención de estos ataques es desestabilizar la situación en la región y amenazar a Moldavia mostrándole los pasos que seguirán si el país continúa apoyando a Ucrania. En este contexto, la OTAN ha avisado de posibles ataques rusos de falsa bandera tras las explosiones en la región separatista.
Desde el gobierno prorruso de Transnistria rechazan rotundamente estas acusaciones y culpan directamente a Ucrania de atacar el territorio para internacionalizar el conflicto.
Lo cierto es que estos ataques llegan después de conocer las intenciones del Kremlin de crear un corredor desde el Donbás hasta Moldavia, según un alto cargo del ejército ruso, que asegura: Rusia quiere "establecer pleno control sobre el Donbás y el sur de Ucrania", para poder acceder a Transnistria donde, dice, hay "discriminación contra los residentes de habla rusa" . Un cruce de declaraciones y ataques que hacen temer que esta guerra se extienda a un tercer país dentro de Europa.
Un territorio fiel a Moscú y con toneladas de armamento de la era soviética
Transnistria es uno de los vestigios geopolíticos más desconocidos de la Guerra Fría. Se mantiene leal a Rusia, albergando incluso tropas y unas 20.000 toneladas de armas de la etapa soviética, en un contexto marcado por la escalada de tensiones en la región y los intereses expansionistas rusos.
El territorio se mantuvo fiel a Moscú cuando, a uno y otro lado, Ucrania y Moldavia comenzaban a dejar atrás la Unión Soviética. Eran principios de los noventa y se redibujaba el reparto de poder en el este de Europa, en términos políticos y también militares.
Las tensiones en Transnistria se dispararon en 1992, con un conflicto tras el que la región comenzó a tener una especie de independencia 'de facto' que Chisinau sigue sin reconocer a día de hoy. Unas 300.000 personas viven en este enclave al otro lado del río Dniéster, donde predominan las etnias rusa y ucraniana por encima de la moldava.
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Tras la guerra desatada en 2014 en Ucrania y la anexión de Crimea por parte de Rusia creció el temor a que Transnistria se convirtiese también en objeto de deseo ruso. Esta preocupación ha aumentado en los últimos meses, a raíz de la invasión rusa sobre Ucrania.