Estados Unidos avanza hacia una de las elecciones presidenciales más tensas y polarizadas de su historia. En estos últimos días, Donald Trump y Kamala Harris, han intensificado sus campañas y mensajes.

Donald Trump se ha enfocado en reforzar sus afirmaciones de que el sistema electoral está "amañado" y que un supuesto fraude podría arrebatarle la victoria. "Están intentando por todos los medios robar esta maldita cosa (…) ¡Estas elecciones tienen que quedar decididas el martes a las once de la noche!", ha proclamado ante sus seguidores, insistiendo en su legitimidad como líder y cuestionando, una vez más, el resultado de su derrota anterior.

Los actos de Trump, aunque multitudinarios, han mostrado señales de desgaste. En uno de sus últimos mítines, los asientos vacíos contrastaron con la imagen de popularidad que el republicano intenta proyectar. Pero esto no le ha impedido subestimar los riesgos del terrorismo, afirmando: "Ahora, para alcanzarme, tendrían que atravesar a todos estos de los medios falsos. Y no me importaría mucho".

Frente a esta postura, Kamala Harris ha apelado a la ciudadanía a pasar página y dejar atrás "décadas de políticas de división y miedo". "Estamos hartos", declaró en un mitin. Harris también sorprendió con una aparición en el programa de humor más popular del país, donde demostró un lado más cercano y se rio de sí misma.

Ambos candidatos coinciden en pocas cosas: en la importancia de ir a votar, en la trascendencia histórica de estas elecciones, en verse ganadores… y en la importancia de Pensilvania, un estado clave que ha visto concentrados varios de sus últimos actos de campaña.