Al menos 530 personas han muerto y más de 7.400 han resultado heridas por el terremoto de magnitud 7,3 que sacudió el domingo por la noche zonas fronterizas entre Irán e Irak, según un nuevo recuento de víctimas divulgado este martes y que aún podría aumentar en las próximas horas.
El seísmo se cebó especialmente con la provincia iraní de Kermanshá y, en particular, con el condado de Sarpol-e Zahab, a unos 15 kilómetros de la frontera iraquí. Hasta esta región se ha desplazado el presidente iraní, Hasán Rohani, que ha prometido ayuda para los damnificados, según la agencia de noticias Mehr.
Las autoridades iraníes anunciaron el lunes por la noche el fin de las operaciones de búsqueda y rescate, al considerar que hay pocas posibilidades de recuperar a más personas con vida, pero el vicegobernador de Kermanshá, Mojtaba Nikkerdar, ha apuntado que aún podrían quedar víctimas entre los escombros. "No esperamos que el número de muertos y heridos suba mucho, pero subirá", ha admitido en declaraciones a la televisión estatal.
Unas 30.000 viviendas han sufrido daños por los temblores, lo que ha dejado a miles de personas sin hogar. Muchas han optado por campamentos improvisados, pero otros han optado por dormir al raso ante el temor de que se produzcan nuevas réplicas -ya ha habido unas 200, según la agencia Reuters-.
"Necesitamos ayuda. Necesitamos de todo. Las autoridades deberían darse prisa", ha declarado a la televisión una joven que se ha quedado sin casa y que, junto a su familia, ha pasado la noche sin un techo donde cobijarse y a merced del frío por la falta de tiendas.