El campo de fútbol de un pueblo del centro de Marruecos empezó a encharcarse de repente y pocos parecían atisbar lo que se les venía: una tremenda riada.
Cuando ya la tenían encima hubo una estampida hacia las partes en alto, que no soportaron la fuerza del agua: los muros se deshicieron como cartón bajo la lluvia.
El desbordamiento de un río súbitamente crecido por las tormentas, se llevó consigo a un grupo de espectadores, la mayoría chavales. Al menos siete han muerto y aún se busca a una decena.
Entre la consternación y la devastación, se investiga por qué se permitió construir tan cerca de un cauce seco y si el encuentro debió suspenderse y la zona desalojarse.