Miles de víctimas mortales, miles de heridos, miles de desaparecidos y miles de edificios completamente destruidos. La imagen de Turquía y Siria cuatro días después de la serie de seísmos que han arrasado gran parte de ambos países es la de una devastación casi sin precedentes; la más letal registrada en esa zona en todo un siglo. La desesperación crece además por momentos: en algunos edificios derruidos se pueden escuchar las voces de supervivientes, pero no se les puede ayudar por la falta de equipos especializados.
"Nadie puede vivir siquiera en las casas que no fueron destruidas. La mitad de las casas del pueblo están arrasadas", denuncian los vecinos, que reclaman más ayuda ante el caos a su gobierno: "¿Tan poca cosa es este Estado? No hay nada. No podemos enterrar a nuestros muertos. Hay cadáveres por todas partes". Sí, los cuerpos sin vida de los muchos fallecidos se acumulan en las calles ante la falta de personal preparado para su traslado. Precisamente, el sindicato de trabajadores sanitarios de Turquía advirtió este jueves de las malas condiciones higiénicas en la zona devastada.
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En concreto, desde el organismo han alertado de que los cadáveres mantenidos a la intemperie son una "invitación" para epidemias. "No trabajamos con administradores que sepan gestionar situaciones de emergencia. Ni siquiera se planteó el traslado de los cadáveres. (Los vecinos) los guardan envueltos en mantas. Ni siquiera bolsas funerarias", han indicado los trabajadores de dicho sindicato, apuntando que "debería haber cámaras frigoríficas para mantener los cuerpos a la espera". Tal imagen también está afectando a la salud mental de los supervivientes.
A lo largo de los últimos días, se ha visto a numerosas familias y grupos de vecinos trasladar con sus propias manos, envueltos en todo tipo de telas, esos cadáveres a los que las administraciones turcas no han podido dar una despedida digna, dado que las morgues ya no dan abasto para recibir más. Así, muchos puntos del país se han acabado convirtiendo en fosas comunes improvisadas, donde múltiples turcos se reúnen para llorar por sus muertos y mostrar el dolor y rabia por sus pérdidas. Aquellos cuerpos que sí han podido ser trasladados tampoco tienen un destino mejor: muchos han acabado apilados frente a los hospitales ante el colapso de los centros sanitarios para hacer frente a esta situación.
Otro problema es la calidad del agua en la zona devastada, donde gran parte de las infraestructuras ha sido destruida. "Cuando no se puede suministrar agua limpia, las enfermedades se propagan rápidamente. Las aguas fluyen marrones en Malatya (una ciudad al este del epicentro). La gente que tenga que beber el agua tendrá diarrea y disentería", concluyó la sanitaria. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, confirmó este jueves la muerte de 14.014 personas a consecuencia de los seísmos del lunes pasado, aunque los expertos temen que decenas de miles de personas puedan estar aún bajo los escombros.
Tampoco para los que han podido sobrevivir hay buenas noticias. Desde hace días, las mujeres supervivientes, niños y ancianos residentes en los puntos más afectados por el seísmo se encuentran en terribles condiciones: no solo compartiendo espacio con los cuerpos sin vida; también, sin acceso a necesidades básicas y con temperaturas de varios grados bajo cero: "Nadie en la ciudad puede entrar en ningún edificio por el peligro de derrumbe. Ir al aseo, algo hasta ahora sencillo, es un problema muy grande. No hay agua en casa ni en las gasolineras". El drama sigue así un día más en Turquía.