Todo el mundo recuerda "el sueño" de Martin Luther King, pero no son tantos lo que reconocen "la cima de la montaña", ese último gran discurso que dio en Memphis la víspera de su asesinato y en el que profetizaba sin miedo su propia muerte, sin saberla tan cercana.
"Me gustaría vivir una larga vida, pero eso no me preocupa ahora. -dijo horas antes de recibir un balazo letal-. Solo quiero hacer la voluntad de Dios. Él me ha permitido llegar a la cima de la montaña. He mirado desde allí y he visto la tierra prometida. Pero es posible que no llegue allí con vosotros".
La iglesia Mason Temple, escenario de su último mensaje al mundo, se vistió en la noche del martes de su recuerdo y de sus palabras para recordar al líder afroamericano, con una ceremonia en la que aquellos jóvenes basureros que protagonizaron las huelgas previas a su magnicidio llenaron la sala de aplausos y nostalgia.
Con el entusiasmo de la música góspel, y numerosas intervenciones de activistas y líderes de derechos civiles, el espíritu movilizador del Premio Nobel (1964) inundó de nuevo el templo como lo hizo hace medio siglo. Los hijos del pastor, Martin Luther King III y Bernice King, fueron protagonistas desde el mismo púlpito que usó su padre para dar su último sermón, y lo hicieron recordando que la tarea por la igualdad racial en Estados Unidos aún está pendiente.
"Estáis mirando a dos niños que perdieron a su padre", comenzó ante la audiencia la hija pequeña del líder de los derechos civiles, quien siguió los pasos de su progenitor como activista y pastora eclesiástica. Bernice consideró que el título del último discurso de su padre podría haber sido "Estados Unidos puede irse al Infierno", y advirtió que aún está en ese precipicio.
La activista, quien apenas tenía cinco años cuando asesinaron a su padre, aseguró que el país ha fallado en abordar lo que King consideraba los mayores demonios de la sociedad estadounidense, el racismo, la pobreza y el militarismo. "El militarismo nos ha robado los recursos necesarios para manejar las discrepancias sociales en nuestra nación. Así que estoy aquí, 50 años después, para decir que es hora de que Estados Unidos se arrepienta, o puede que aún acabe en el infierno", reiteró desde el púlpito.
Su hermano Martin también hizo un alegato contra el desfallecimiento, y pidió a la comunidad afroamericana que no desfallezca en su lucha por reducir sus altas tasas de pobreza, la violencia y la discriminación. "No se cansen, de ninguna manera. ¿Por qué? Porque hemos llegado demasiado lejos si miramos desde dónde comenzamos. Nadie dijo que nuestros caminos fueran a ser fáciles, pero lo sé, lo sé, sé que nuestro Dios no nos trajo hasta aquí para abandonarnos", añadió.
Lee Saunders, presidente de uno de los mayores sindicatos del país, alertó de que el camino hacia esa tierra prometida que mencionó King en su último discurso de esperanza puede ser tortuoso y lleno de traición. "Cuando las comunidades de color son desproporcionadamente pobres, cuando las comunidades negras son desproporcionadamente dañadas por el encarcelamiento masivo, ¿hemos llegado a la tierra prometida?", preguntó Saunders. "(Es por eso) que esto no es solo una solo una conmemoración. Es un llamado a la acción -insistió-. Un llamado para llegar a esa tierra prometida" por la que tanto luchó el doctor King.
Además de ese renovado aire de lucha, que se verá reflejado en la convocatoria de nuevas marchas por los derechos de las minorías el próximo mes de mayo, también hubo quien recordó la influencia de King en quienes después serían otros grandes líderes sociales.
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Fue el caso de Paul Chávez, el hijo mayor del activista latino César Chávez, quien durante años peleó por los derechos de los agricultores en California. "Uno de los mayores beneficiarios del trabajo de King fue mi padre -aseguró-. Todo esto se entretejió en el movimiento de los trabajadores agrícolas por la justicia". "Al igual que con el Dr. King, la no violencia era un problema moral para mi padre. Sabía que los trabajadores agrícolas, como los trabajadores de saneamiento, estaban luchando por algo más que unos salarios más altos -insistió Chávez-. Estaban luchando por respeto".