Con las pocas fuerzas que le quedan, un hombre negro de 43 años suplica por su vida mientras cuatro agentes de seguridad lo inmovilizan contra el suelo. "Por favor, por favor, por favor", se le escucha decir.

Le clavan sus rodillas sobre la espalda y el cuello durante nueve minutos hasta acabar con su vida. "Esto es lo que pasa cuando un hombre entra en el baño de mujeres", grita uno de los agentes. Dvontaye Mitchell, que había entrado al servicio de mujeres en un hotel de Milwaukee, en EEUU, fue perseguido y golpeado incansablemente.

Es el último episodio de violencia racial que ha salido a la luz en Estados Unidos. Sucedía el pasado 30 de junio. Hasta ahora la Fiscalía no había presentado cargos de asesinato contra los agresores.

William Sulton, abogado de la familia Mitchell denuncia que deberían haberlo hecho hace mucho tiempo. "No deberían haber tardado tanto en hacer algo", añade indignado. Su viuda, aún conmocionada por la tragedia, lucha porque se haga justicia. "Podrían haber llamado a la policía y que lo mandasen a la cárcel", explica.

Si finalmente son declarados culpables, cada uno de ellos podría enfrentarse a hasta 15 años y 9 meses de prisión.

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