En la carretera, intentemos no pasar los límites de seguridad. Por ejemplo, pasar de 120 a 140 kilómetros hora supone un incremento del consumo del 24,8% si tenemos un diésel, y hasta u 35 % si es gasolina.
Esto significa que tendremos que repostar más a menudo y además, a más velocidad de las que dejan las señales está demostrado que se emite más CO2
a la atmósfera.
No subir la velocidad también nos beneficia de forma más inmediata, pues incrementa la sensación de confort en la conducción y ayuda a reducir el estrés al volante.