Las mujeres y niñas son las mayores damnificadas por la emergencia climática, sobre todo en lugares como Somalilandia, una de las zonas más afectadas.
Fátima asegura que cuando el tiempo empezó a cambiar, fue tan rápido que sin darse cuenta lo perdió todo. "He perdido a mi padre, a mi marido y a mis dos hijos pequeños. Solo me queda uno", explica.
Decidió huir de la sequía y refugiarse en la capital, Hargeisa, junto a su hijo menor, que tiene discapacidad. Desde entonces ambos viven entre basura y paredes de hojalata, con un baño en condiciones infrahumanas.
En este territorio, las consecuencias de la emergencia climática han sido especialmente graves para ellas: sin ganado y con una sequía interminable, muchas veces son quienes deciden emigrar para sacar adelante a sus familias. La mujer somalilandesa cuida de la casa, de los niños y del ganado pequeño y no entiende otra forma de vivir que la de ser ella la responsable de poner comida encima de la mesa.
"Tienen que recolectar para preparar la comida, las distancias son muy largas y eso las expone a muchos riesgos", explica Abdi Radrid Yousuf, coordinador de protección y género de Oxfam Intermón. Si van a por agua o leña, pueden ser violadas, y lo mismo si se desplazan a la ciudad.
En Somalilandia, las agresiones a mujeres se han multiplicado desde hace tres años, pero no es la única consecuencia para ellas. "Con la crisis, el matrimonio prematuro ha aumentado", indica Abdi Radrid Yousuf.
El matrimonio prematuro es ya una tradición en estas comunidades. Casar a las niñas más rápido por la crisis supone solo adelantar lo inevitable y, en esta ley de la supervivencia, un balón de oxígeno para sus familias.