"Un cambio inevitable". "No podemos hacer nada". Son argumentos a menudo repetidos cuando se habla de emergencia climática, pero no son ciertos: sí que podemos pararla, si existe voluntad política. De hecho, ya lo hicimos con la capa de ozono.
A principios de los años 80 los científicos descubrieron un agujero en el Polo Sur que crecía en ella año tras año. Las imágenes de la NASA que mostraban la degradación de la capa de ozono concienciaron a los líderes mundiales, que prohibieron los gases CFC de sprays y electrodomésticos.
Así, el agujero empezó a pararse y desde 2005 se ha reducido un 20% la disminución de ozono en esa zona.
La Amazonía brasileña es otro ejemplo. En 2004 se destruyó una superficie de selva equivalente a toda Galicia, un récord que movió conciencias. Un plan de la ONU y el endurecimiento de las leyes contra la tala ilegal han provocado un descenso del 71% de la deforestación desde 2004 hasta el año pasado.
En 2019 ha vuelto a subir con la llegada de Jair Bolsonaro al gobierno de Brasil, pero si se quiere, se puede.