Las manos de Lucas llevan muchos años trabajando la tierra de Guatemala, sembrando maíz, frijoles y yuca. Pero ya no es la misma. "Día a día se nos está complicando más", explica este campesino. Antes, cuidándola con mimo, esa misma tierra daba de comer a su mujer y a sus ocho hijos. "Se sentía uno emocionado, llegaba a trabajar, toda la gente se miraba alegre, había cosecha bastante", recuerda.
Ahora, la emergencia climática devasta la zona, con grandes periodos de sequías y lluvias torrenciales. En el Corredor Seco de Centroamérica, casi cuatro millones de personas se encuentran en peligro de hambruna por la sequía.
A miles de kilómetros de allí, en Burkina Faso, otro campesino atraviesa una situación cada vez más difícil por culpa de la emergencia climática. "Cuando era pequeño llovía mucho, llovía con regularidad, llovía lo que necesitábamos. No era de forma violenta, no había estas inundaciones", rememora Naboswende.
Naciones Unidas ya ha avisado: en 2025 habrán desaparecido las dos terceras partes de las tierras de cultivo. 60 millones de personas se verán obligadas a emigrar en los próximos cinco años en el Sahel, donde el desierto ha crecido un 10% en cien años. "Sostener la vida se ha vuelto muy difícil, sobre todo por los cambios el clima", explica Naboswende.
En Somalilandia, en el Cuerno de África, ya nadie se atreve a negar la emergencia climática. "El cambio climático está ahí, es real, absolutamente real en este país", asegura Shukir Ismail, ministra de Medio Ambiente.
Aquí las sequías son cada vez más habituales y en apenas tres años han matado a más del 50% de su ganado, su única riqueza. Como consecuencia, hay más de 600.000 desplazados, solo internos, que lo han perdido todo.