A las 7.37 horas de la mañana del 11 de marzo de 2004, explotan las primeras bombas en Atocha. En apenas dos minutos se registran explosiones en otros tres trenes. En la Estación del Pozo, en la de Santa Eugenia y en la calle Téllez de Madrid.
En total, estallan 10 cargas de las 13 que tenían preparadas los terroristas, dejando 193 muertos y más de 2.000 heridos en una jornada que marcó nuestro país para siempre. La última víctima murió un mes después en el hospital.
El jefe de Emergencias de Madrid entonces Alfonso del Álamo cuenta que "en las escaleras mecánicas se encontró al primer del Samur atendiendo a un herido": "Comencé a bajar las escaleras y aquello ya fue el descenso a los infiernos".
Así lo recuerda el que era el jefe de Emergencias. La capital se sumía de repente en el caos, pero, entre todo ese horror, también hubo mucha solidaridad. Los propios pasajeros atendían a los heridos y los servicios de emergencias doblaban turnos sin descanso.
Se suspendieron todos los servicios de Cercanías y se desplegaron hospitales de campaña en los alrededores de las estaciones. Los españoles acudieron a donar sangre para los heridos. "Todo el servicio se activó. Las ambulancias se activaron, todas las que estaban en talleres porque tenían un piloto roto o un faro estropeado, cosas banales. Todas a la calle", cuenta Del Álamo.
La Policía encontraba y detonaba de forma segura más bombas a lo largo de la mañana. También incautaba una furgoneta blanca con seis detonadores y un cartucho de dinamita. Fue clave para la investigación. También había una cinta en árabe con versículos del Corán. Esa misma noche, Al Qaeda se atribuyó los atentados.
En pocas horas, todo el país se unía para clamar contra el terrorismo. Casi 12 millones de personas inundaron las calles de toda España. Un atentado a solo tres días de unas elecciones generales en España, que cada 11 de marzo, desde hace ya veinte años, recuerda el horror del terrorismo. Y que, veinte años después, sigue siendo el mayor atentado registrado en Europa.