Se cumplen ya 40 años desde que la entonces recién nacida democracia español viviera su primera gran crisis de identidad: el golpe de Estado del 23F. Este episodio amenazó con tumbar el modelo de gobierno elegido tras la muerte de Franco y con recuperar un régimen más parecido a lo que se había vivido en las cuatro décadas anteriores. Ese día, el general Antonio Tejero entró en el Congreso fusil en mano con el único objetivo de convertir a Alfonso Armada en el nuevo presidente del Gobierno. No lo consiguieron, pero el miedo a que en las instituciones españolas pueda volver a suceder algo como aquello sigue todavía presente.
Las circunstancias de hoy no son las de hace medio siglo y probablemente el procedimiento para llevar a cabo un golpe de Estado, de darse, distaría mucho de esa escena de 1981 en la que 200 militares atravesaron las puertas del Congreso de los Diputados. Aunque hay expertos que descartan tajantemente esta hipótesis. "De ninguna manera vamos a volver a vivir un golpe de Estado en nuestro país. Los militares españoles son perfectamente homologables a los de Europa Occidental y saben cuáles son sus deberes constitucionales", asegura a laSexta.com Roberto Muñoz Bolaños, doctor en Historia Contemporánea y escritor, entre otras obras, de 'El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición' (Espasa, 2021).
La influencia del Ejército en la política
"Tenemos que tener en cuenta que, dentro de las formas en las que pueden intervenir el Ejército, el golpe de Estado es la más traumática, la que los militares nunca quieren utilizar. Y es traumática porque supone romper uno de los pilares fundamentales de las Fuerzas Armadas, como es la disciplina y la obediencia", explica Muñoz.
Si los militares considerasen necesario intervenir en el ámbito político lo harían de otras maneras antes que mediante un golpe de Estado, según el historiador madrileño. La primera opción y más "suave" sería la influencia, es decir, "dejar caer a los políticos cuáles son los deseos de los militares". Si esta vía no funcionase, recurrirían al "chantaje, planteando una dimisión en cadena o amenazando de fuerza para que los civiles cumpliesen las líneas políticas básicas". Y si no, optarían por el desplazamiento, esto es, por la sustitución de un gobierno por otro, y en casos extremos por la suplantación, que ya supondría la ocupación del poder por parte del Ejército, de acuerdo con las explicaciones de Muñoz en su obra.
Las Fuerzas Armadas, necesarias pero solo con militares en activo
El experto en historia militar también explica qué papel tienen las Fuerzas Armadas en la actualidad. "No creo que sean algo del pasado ni que deban desaparecer. En la sociedad actual existen muchos peligros, sobre todo en este mundo globalizado, y sí son necesarias. Solo hay que ver que todos los países mantienen a su ejército y que en algunos, especialmente de Occidente, se está produciendo un proceso de potenciación de las Fuerzas Armadas", comenta Muñoz. "En el caso español, sus miembros tienen muy asumidos cuáles son sus deberes y no se salen de ahí, y por eso son una institución clave en el Estado", asegura.
Eso sí, Muñoz insiste en que quienes representan a estos cuerpos son únicamente los militares en activo y no los que ya se han retirado. "Las Fuerzas Armadas son una institución permanente, pero los miembros pasan. Los que ya no ejercen no tienen ninguna importancia dentro del Ejército", aclara el escritor. Y para ilustrarlo cuenta una anécdota: "El teniente general Carlos Iniesta Cano, que había sido Director General de la Guardia Civil y era un hombre de muchísimo prestigio, quiso asistir a una reunión con Tejero el 17 de enero de 1981, poco antes del 23F. Pero cuando iban a empezar la reunión los militares le invitaron a marcharse, porque ya estaba retirado y no podía aportar nada", cuenta Muñoz.
Precisamente por este motivo no le preocupó elmanifiesto que firmaron más de 400 exmilitares en noviembre de 2020 desprestigiando al gobierno y amenazando con llevar a cabo un pronunciamiento militar. "En absoluto. No les doy ninguna relevancia porque no representan al Ejército, solo se representan a sí mismos. La importancia de un militar radica en el mando que tienen y estas personas no tienen ningún mando, no tienen tropas detrás. Pueden decir lo que quieran o escribir cartas siempre que se ajusten a la legislación vigente, pero lo hacen en calidad de ciudadanos. Así que no hay que darle mayor trascendencia", pide el escritor.
El asalto al Capitolio y el 1 de octubre, nada que ver con el 23F
Prácticamente cualquier amenaza dirigida hacia el gobierno de un país en los últimos años ha recibido el calificativo de golpe de Estado, algo con lo que Muñoz Bolaños no está del todo de acuerdo. "Un golpe de Estado, estrictamente, es un ataque directo contra el poder ejecutivo o legislativo. Lo de la toma del Congreso de Estados Unidos, por ejemplo, sí fue un ataque al ejecutivo porque fue contra el edificio del Capitolio, pero no se parece al 23F porque fue una operación no organizada", argumenta Muñoz.
Según él, el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero liderado por manifestantes y grupos radicales defensores de Donald Trump no se puede tachar de golpe de Estado porque no venía acompañado de un proyecto político detrás y porque quienes lo promovieron no eran militares, sino un grupo de civiles. "Lo trascendente para que un golpe de Estado tenga éxito es que haya una fuerza armada detrás, y aquí no la había. Ningún militar estadounidense apoyó a los asaltantes", apunta el historiador.
En el caso del referéndum ilegal de independencia que se celebró en Cataluña el 1 de octubre de 2017 sí había un proyecto político de secesión, pero tampoco podría ser considerado un golpe de Estado porque no fue organizado por el Ejército ni recibió su apoyo, según Muñoz. "En lo que sí se parecen es en que los tres actos fueron ilegales. En Cataluña, si miramos la sentencia, vemos que hay un delito de sedición desde el poder político contra la legislación vigente. Otros juristas dicen que es una rebelión del gobierno catalán, pero en cualquier caso un golpe de Estado no es", concluye.