Un año ha durado Vox en los gobiernos autonómicos con el PP. Su influencia apenas se ha plasmado en leyes concretas. La ultraderecha ha preferido concentrarse en lo que llaman 'Las guerras culturales'.

Primero Fernández Mañueco y después Carlos Mazón. Fueron los pioneros en abrir las puertas de los gobiernos autonómicos a Vox. Este último hace poco más de un año. Lo hizo tras negociar con el candidato ultra Carlos Flores, condenado por violencia machista, que tuvo que apartarse.

Desde entonces han protagonizado distitnas polémicas. La última fue ayer mismo. PP y Vox sacaban adelante la Ley de Concordia poco antes de que rompieran. En Castilla y León y Aragón también han acelerado para intentar borrar la memoria democrática. Algo que les valió incluso un tirón de orejas de la ONU que no dudaron en cuestionar.

Otro de los incidentes más sonados. El president del Parlament de Baleares rompía las fotos de víctimas del franquismo, para después rectificar a medias. Poco después se saltaron el protocolo institucional grabando una conversación sin previo aviso con el ministro Félix Bolaños. Lo nunca visto.

Aunque el historial no se queda ahí. Intentaron sacar adelante en Castilla y León un protocolo antiaborto para escuchar el latido fetal, a pesar de que sus propios impulsores no controlaban demasiado el tema. También ha sido algo habitual ver cómo cuestionaban la existencia de la violencia de género o retirar banderas LGTBI+ de las distitnas insticuciones.