Pedro Sánchez empieza el año con un propósito: aprobar los Presupuestos, porque son los que van a marcar el calendario de las elecciones generales. Sánchez busca el apoyo de los independentistas para aguantar hasta el final.
"La abocación del Gobierno de España es agotar la legislatura", ha afirmado Sánchez. Desde la Generalitat, Aragonés ha mandado un mensaje: "Siempre hemos separado el diálogo entre gobiernos de lo que es la posición de los grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados".
Si ERC y Pdecat se mantienen en el no pero no tumban los presupuestos desde el principio, darían oxígeno a Sánchez. Más tiempo significaría que Sánchez podría gobernar, al menos, hasta otoño. Menos tiempo, que la idea del superdomingo electoral coge fuerza.
La segunda incógnita es qué pasará el 26 de mayo. Porque las elecciones municipales, autonómicas y europeas pueden cambiar todo el panorama político. La gran duda es si las andaluzas serán una excepción o se convertirán en norma con nuevos pactos de la derecha desalojando a más barones socialistas.
"Es fácil caer en respuestas tan simples como equivocadas", afirma Ximo Puig. Por otra parte, el PP se siente cómodo con VOX. "La influencia de Vox va a existir, guste o no guste", declara Juanma Moreno.
"Yo creo que Andalucía va a ser un preámbulo de lo que va a pasar en las elecciones autonómicas y las municipales", argumentaba Casado. Pero Ciudadanos hace equilibrios para aceptar su apoyo en la investidura sin mezclarse con la extrema derecha para no perder los votos de centro.
"No tiene que haber un gobierno tripartito ni con Podemos ni con Vox. El Gobierno tiene que ser constitucionalista entre Ciudadanos y el PP", explicaba Albert Rivera. Arranca un año electoral de vértigo que puede cambiarlo todo.