La forma más directa de detectar el coronavirus no son ni los test serológicos ni las pruebas PCR, sino a través de las aguas residuales.
Cuando una persona, en la mayoría de casos, sus excrementos empiezan a contener rastros del virus que pueden llegar a las redes de saneamiento desde el primer día de la infección, antes incluso de que la persona padezca síntomas o sepa que está infectado.
Además, una buena parte de asintomáticos también dejan rastro. Por eso, basta tomar una muestra de las aguas residuales de una localidad y analizarla para tener una fotografía rápida de cómo está evolucionando la enfermedad.
Estos análisis pueden detallar, barrio a barrio, el nivel de presencia del virus y alertar a las autoridades para que tomen medidas sin necesidad de hacer test masivos. Gloria Sánchez, investigadora del IATA-CSIC, nos cuenta que eran capaces de “detectar material genético en las aguas antes de que hubiera casos declarados en una población en concreto”.
El Gobierno lleva cerca de dos meses estudiando 30 depuradoras y el agua de diez zonas de baño. Esto, unido a los estudios propios de las Comunidades Autónomas, les hace creer que podrán adelantarse a una posible tercera ola para pararla antes de que se descontrole.
Hay centros públicos y empresas privadas haciendo estos análisis. El problema es que aún no hay una base de datos común para analizarlos.