El 19 de julio, Ignacio González se sentaba nuevamente ante el juez. Lleva tres meses en la cárcel y pedía declarar voluntariamente para intentar salir.
Tras 50 minutos, y justo cuando habla de su familia, González se desmorona y habla entre lágrimas: "Solamente puedes ver a tu familia, lo que más quieres, que son tu mujer y tus hijos, 40 minutos a la semana a través de un cristal".
El expresidente madrileño intenta seguir, pero no puede dejar de sollozar. Finalmente, lo vuelve a intentar: "Es muy duro cuando uno tiene que fingir una fortaleza que no tiene para que su familia no te vea mal".
El juez intenta tranquilizarlo: "Yo le ruego que se tranquilice y puedo asegurarle que yo no le voy a tener en prisión ni un minuto más de lo que tenga que estar. Tranquilícese, tómese su tiempo".
Pero González vuelve a entrar en barrena cuando relata lo duro que es no ver a sus padres nonagenarios: "Que no tienen capacidad de moverse y que no pueden ver, no pueden oír y que lo único que piensas es que van a morir sin verte".
Y cuando por fin puede retomar, es para repetir que él no tiene nada. "No tengo nada fuera, no tengo cuentas, no tengo dinero, no tengo bienes, no tengo absolutamente nada", declaraba. Eso fue cuatro meses antes de que le encontrasen 5,4 millones de dólares en Colombia.