Se cumplen ya cuatro décadas del golpe de Estado en España, ese episodio en el que un grupo de 200 militares entraron por la fuerza en el Congreso de los Diputados para interrumpir la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo y tratar de nombrar presidente a Alfonso Armada. El líder de los golpistas era el general Antonio Tejero, también diseñador del plan y que ese 23 de febrero de 1981 hizo tambalear los cimientos de la democracia… pero también los del propio hemiciclo.
Tejero irrumpió en el edificio del Congreso pasadas las 18h de la tardey sorprendió a los 350 diputados presentes al grito de '¡Quieto todo el mundo!'. Luego se escucharían otras órdenes, ya históricas, como '¡Al suelo!' o '¡Se sienten, coño!'. Muchos de los parlamentarios se escondieron debajo de sus asientos esperando a que alguien les rescatara de aquella pesadilla.
Pero esos gritos por sí solos habrían valido de poco si Tejero no llevase un arma con la que amenazar a quienes no cumplían sus mandatos: un arma que, desde luego, no dudó en utilizar. El número exacto de veces que lo hizo es un dato que todavía se desconoce, como muchas otras cuestiones que rodearon a ese fallido golpe de Estado. El paso del tiempo, la falta de documentos y las reformas que se han acometido en el hemiciclo durante estos años impiden saber cuántas balas se dispararon aquel día, aunque se cree que pudieron ser alrededor de 40, indica la agencia EFE.
35 impactos, según el último informe de 2013
Lo que sí es seguro es que actualmente se conservan 35 huellas de disparos, después del último recuento oficial que se hizo en 2013. En septiembre de ese año se descubrió que habían desaparecido cinco impactos después de las obras realizadas en verano en la Cámara Baja y que causaron una gotera que inundó la tribuna de prensa. El personal estaba observando el techo desde el que caía agua cuando se dieron cuenta de que donde antes había restos de una ráfaga de metralleta ahora había una rejilla de ventilación.
"Esta chapuza es de Pepe Gotera y Otilio", comentó enfadado un diputado, recordando que la orden había sido no borrar ningún impacto de bala durante las obras de rehabilitación.
La arquitecta conservadora se justificó explicando que la disposición del techo impedía colocar la rejilla de ventilación de otra forma. Además, advirtió que el secretismo en torno a la documentación del 23F no facilitó que los trabajadores de la obra se percataran de las señales en el techo. La empresa constructora Dragados, encargada de las obras de la cubierta, se desmarcó del despiste, que presuntamente fue responsabilidad de los operarios de mantenimiento de la Cámara.
En cualquier caso, la Mesa del Congreso, liderada por el entonces presidente de la Cámara, Jesús Posada, decidió encargar un informe técnico en el que se reflejara el número exacto de disparos que se seguían conservando.
El documento, presentado en octubre de 2013, constató que se habían registrado ocho nuevos impactos de bala, aunque también habían desaparecido diez marcas en las paredes y techos del edificio desde la última vez que se habían contado, según fuentes parlamentarias consultadas por EFE.
Las marcas no conocidas hasta ese momento se situaban en los plafones del techo (dos), en la zona de la bóveda (tres) y sobre la cornisa de focos (tres). Sobre los disparos desaparecidos, el informe apunta a las sucesivas obras que se habían llevado a cabo en el salón de plenos y que podrían haber afectado a las señales, la más importante de ellas la de 1988.
Cuando se conocieron los datos, Posada intentó restar importancia al número de balas y señaló que lo básico es que perdure en la memoria de todos "lo que ocurrió en el templo de la democracia".
La cifra de disparos ha ido cambiando con el tiempo
El primer informe relativo a las huellas de las pistolas lo presentó el arquitecto conservador de la Cámara Baja en diciembre de 1981, diez meses después del golpe de Estado. En ese momento se contaron 37 disparos, dos más de los que se pueden ver ahora.
El otro documento anterior al de 2013 se publicó después de las obras de 1999: ya eran 33 disparos, cuatro menos que los que se registraron 18 años antes, según EFE. Una de las marcas que desapareció fue la de la vidriera, que fue restaurada por motivos de seguridad, y otras dos podrían situarse en la tribuna diplomática.
En 2008, además, se sustituyeron las rejillas de ventilación del Congreso, excepto una que tenía un impacto de bala. Esa se ha preservado y ahora está expuesta al público en uno de los pasillos de la Cámara, enmarcada en metacrilato y con una leyenda conmemorativa.